Compartimos la reflexión de la voluntaria Silvina Fainberg acerca de la importancia de las palabras y como nombrarnos.
Las mujeres llevamos históricamente adelante las tareas de cuidado, contención, solidaridad y asistencia en diversos planos. Muchas de esas labores no están visibilizadas, se circunscriben al ámbito de lo doméstico y no reciben reconocimiento ni compensación alguna.
Sin embargo, muchas de estas tareas trascienden los hogares, impactan en la vida de las comunidades dónde viven, generan red, florecen frente a las crisis, los estallidos sociales, se alimentan y nutren a otros.
¿Qué rol asumen las mujeres que encabezan proyectos solidarios? ¿Cómo las ganas y el deseo de una mujer puede dar origen a fundar una “Casa grande”?. Una “Casa grande” que acompaña a referentes de distintas organizaciones (merenderos, hogares, étc) y voluntarias que donan su tiempo, su labor profesional, aportan desde su saber, su experiencia y su singularidad, un puente fundamental para quiénes tienen algo para dar (y recibir).
Pensamos que es muy importante trabajar en reconocer la labor de estas mujeres, que la solidaridad puede –también- estar enmarcadas en proyectos que tengan contención de tipo legal, política, institucional y económica. Que el acompañar puede estar atravesado también por brindar distintas herramientas (legales, talleres de formación, étc) para darle una identidad más formal y remunerada a estos trabajos cotidianos. A veces puede surgir una cooperativa, un taller de oficios o simplemente una asesoría para reconocer derechos y estrategias de acción. Acompañar es –también- ampliar la percepción de la realidad de cada una. El aprendizaje es mutuo. Para todo esto es fundamental también poner en palabras y aprender a nombrar: ¿Cómo nombramos aquello que hacemos? ¿Cómo acompañar a las personas con vulnerabilidad social desde un lugar amoroso? quiénes son esas mujeres detrás de cada merendero, que cada mañana preparan desayunos, almuerzos, mochilas, guían en trámites? ¿son madres?¿abuelas? ¿mujeres y ya? ¿Cómo nos nombramos, qué nos identifica y qué nos representa? ¿Cómo nombramos a todas esas personas que ayudamos? ¿En qué situación están?
Reflexionar y poner en palabras es el primer paso para visibilizar, identificar y fortalecer esta red de mujeres admirables que construyen desde su lugar un mundo mejor.
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